Cuando AVEDON mató la moda
Para Richard Avedon (1923-2004), la fotografía de moda fue más un medio de vida que de expresión. El hombre que revolucionó las estáticas estampitas de las revistas, que logró que el lujo pareciera algo fresco y vivo, terminó hastiado del mundo que le había dado gran parte de su fama y dinero. Para él, la belleza era otra cosa y estaba en otro sitio.
"Hay una línea que separa la moda de lo que yo llamo mi trabajo profundo. A nadie le importa lo que pienso de mí mismo, pero lo que yo me considero es un retratista". Avedon pronunciaba estas palabras en 1974. A sus espaldas, casi treinta años decisivos en Harper's Bazaar y en Vogue, y la certeza de que ya era uno de los grandes fotógrafos del siglo XX quien, con un legado portentoso, había capturado los rostros de artistas, escritores, políticos, modelos, obreros y marginados.
Pero su relación con la moda venía de más atrás. Su padre era dueño de una tienda de ropa, y desde niño estuvo familiarizado con los escaparates. Rodeado de mujeres (su madre, su hermana, sus primas y tías), se acostumbró a espiarlas y escucharlas hablar de belleza y vestidos.
Sin embargo el 6 de noviembre de 1995, The New Yorker publicaba el último reportaje fotográfico de moda de Avedon. Bajo el título In memory of the late Mr. and Mrs Comfort, el fotógrafo neoyorquino - que moriría de un derrame cerebral en Tejas en 2004 - narraba en 26 páginas a todo color una "fábula" de terror y destrucción, una puesta en escena barroca, un infierno de lujo y costura. Un Avedon irreconocible daba un portazo a la moda con una traca de fuego, sexo y pagana ostentación.El hombre que supo capturar como pocos la otra cara de algunas de las máscaras más geniales de la historia (Marilyn, Bacon, Isak Dineesen), que encontró verdad en personas anónimas del Oeste americano, que fue una mirada fundamental al new look de la posguerra y cuyo nombre era sinónimo de sofisticación y glamour, se despedía denunciando a la misma sociedad de consumo que le había alimentado. Adiós moda. Adiós seducción.
Avedon sabía que el miedo es uno de los motores del ser humano:
"Nos ocultamos de nosotros mismos, pero todos buscamos lo mismo: ser aceptados, ser consolados"